Sentado aquí, en un gacebo de la Pontificia Universidad Catolica de Puerto Rico, siento un deseo de escribir. Quizá te preguntes sobre qué estaré escribiendo, quizá te preguntes qué hago precisamente en este lugar, pero desde ahora te digo, solo necesitas saber una respuesta.
Hoy he tenido la oportunidad de reflexionar en tres ocasiones. Primeramente frente a una playa virgen, en donde no le es permitido a las personas estar cerca, ya que existen especies de Tortugas marinas que anidan alli. Me parece un ejemplo fantástico del buen humor divino. Estas Tortugas nacen, apenas pueden ver y arrastrarse, cuando ya tienen que apresurarse por sus vidas. Ya que al nacer, son presa fácil para diferentes aves y crustaceos del area, asi que solo tienen una opción, o corren al mar (pero a ciegas y sin fuerzas) o mueren. Cuando por fin llegan al mar, les espera otro reto, nadar. Apenas aprendieron arrastrarse, “correr” y ahora, ¡a nadar! Ah, y por si fuera poco, tienen que nadar con agilidad y velocidad, ya que tambien son presa fácil en el mar de diferentes peces, fuertes olas y tempestades.
Mi Segundo momento de reflexión llegó unas horas después, cuando turistiando por el pueblo de Patillas, choqué con la plaza y sentí inmediatamente un halón en mi corazón hacia la Iglesia Católica Romana del pueblo. Tan pronto entré por la puerta, mire hacia arriba, claro, no buscaba a Dios, buscaba el arte que usan nuestros hermanos católicos para representar a Dios. Para mi sorpresa, encontre una serie de estampas que recorrían la vida de Jesús, desde que María le cargaba en su vientre, hasta su resurrección. Todo esto en solo doce estampas que, admito, ministraron a mi espíritu. Mientras mi acompañante se presignaba y se preparaba para comenzar con sus rezos, yo solo podía darle gracias a Dios por su obra y por la obra del artista en esas doce estampas. Con todo lo que puedas tu, como lector, pensar en contra de nuestros hermanos católicos, tenemos que admitir que no hay manera más efectiva de llevar un mensaje, que una manera visual. Fue en ese preciso instante que recorde a las pequeñas Tortugas. Apresuradas a crecer por la naturaleza misma, a madurar, muchas mueren en el camino al mar, otras llegan al mar, pero aun asi encuentran su final, y otras crecen, maduran, y regresan a esa playa de origen, en donde nacieron e inmediatamente lucharon por sobrevivir. ¿No te parece, querido lector, que en ocasiones somos como esas Tortugas?
A mi me parece que si. Nos apresuramos a conocer más y más de Dios y a dejar atrás todo lo que nos pesa, contamina e impide nuestro desarrollo, pero luego nos encontramos con el mar. Su inmenso, profundo y calido mar de respuestas. Respuestas a nuestras preguntas y preguntas a nuestras respuestas, en un ciclo sin fin (creeme, yo he nadado bastante), ya que sólo El lo conoce todo y nosotros jamás podremos. Es en este mar donde encontramos Su amor, misericordia y protección, pero también encontramos peces que desean comernos y grandes tempestades. Solo podemos escapar si nos ejercitamos. ¿Ejercitarnos en qué? ¡En la natación, claro esta! Mientras más nadamos, más encontramos su amor, misericordia y proteccion, mientras menos nadamos, más necesitaremos nadar. Querido lector, si esperas que te diga claramente que es el nadar para ti, te equivocas. Tienes tu que nadar para descubrirlo.
Pero claro, todo comenzó diciendote que he tenido la oportunidad de reflexionar en tres ocasiones, y solo te conte dos. Cuando llegué a la Pontificia Universidad Catolica de Puerto Rico, llegué con un doble propósito. El primero, ser el acompañante de alguien y el segundo, de cacería teológica. "Esto es una Universidad catolica, ¿no? ¡Pues tiene que haber aquí un Cura que me sirva de cura!" - pensé. Luego de caminar y caminar, encontré la Biblioteca, pero estaba cerrada. Encontré la Capilla, estaba cerrada. Encontre la escuela de Farmacia (pero ya la habia encontrado, era la destinacion original) y habia muchos estudiantes, si, pero ninguno era Cura. Pense en irme para el Hotel, hasta que vi un gacebo, con maquinas de refrescos y dulces. Despues de tanto caminar, parecia ser la tierra prometida. Use mis ultimos $2 y surgió un deseo dentro de mi de reflexionar y escribir.Fue en ese preciso momento, mientras mascaba el chocolate y tomaba gaseosa, que recorde las estampas y las Tortugas y me pregunte; Si yo fuera una Tortuga y mi vida se hubiera hecho en estampas, ¿donde terminarian las mismas? Si querido lector, te puedes reir. ¡Yo tambien lo hice! Hasta que halle respuesta; En este preciso momento, mi vida en estampa como Tortuga, seria la Tortuga más madura, más grande y más robusta en toda mi area.
Entonces recorde que la señal de adultez y de madurez en las Tortugas, es que regresan a la playa en donde nacieron para reproducirse. Ya saben y pueden nadar atraves del inmenso mar, son lo suficientemente grandes como para no ser presa para los peces, aves y crustáceos. Solo viven para un solo propósito, reproducirse. ¿Cómo se reproduce un Cristiano? Sencillo, mostrando el amor de Cristo a todos los que nos rodean.